Historia del año que fue

27 mar 2014

p align=justify>Con la perspectiva que dan los cuatro años desde que empezó la aventura de la moneda única, podemos decir que ha sido un acierto, al menos en términos de la formidable estabilidad financiera lograda en estos años, con una inflación moderada y estable y unos tipos de interés realmente bajos. Por lo que respecta a España, nos están regalando el dinero...

El año empezó también con la entrada en vigor de la Ley General de Estabililidad Presupuestaria, un subproducto de la moneda única encaminado a lograr la estabilidad en las cuentas públicas. Más allá de la anécdota del posible déficit público generado por las ayudas y los gastos de limpieza de las costas gallegas, y más allá también de la demagogia política sobre si España se puede permitir el lujo de un déficit cero o no, la cultura de la estabilidad parece bien afincada en estas tierras. Ojalá que en el resto de Europa triunfe la misma tesis –lo que se antoja sin embargo muy lejano como para ser aceptado por la clase política.

El Boletín Oficial del Estado del 25 de mayo publicó un Real Decreto-ley de medidas urgentes para la reforma del sistema de protección del desempleo, que dio lugar a la huelga general del 20-J y a la retirada posterior del decretazo, ya en noviembre. En mi opinión, las medidas estaban, en general, bien tomadas y su retirada (parcial) fue una claudicación del Gobierno que, me temo, no va a ser la última.

Da la impresión de que la política barata se ha introducido en el Parlamento y en el Ejecutivo, por lo menos a la vista de las desaforadas acusaciones de los últimos meses sobre política social, desastres ecológicos y otros rifirrafes. La oposición parece apuntarse a la táctica de acoso y derribo, y el Ejecutivo a la de todo vale para no perder popularidad. ¡Terrible panorama político el que nos espera, sobre todo porque aún quedan muchos meses antes de la celebración de las próxima elecciones!

Las bolsas han protagonizado un año malo, aunque con recuperación (parcial) en el último tercio. Lógica evolución teniendo en cuenta, primero, que veníamos de una burbuja especulativa que había puesto las cotizaciones en niveles absurdos y, segundo, que el año ha sido flojo en lo que se refiere a la economía real.

La Reserva Federal primero y el BCE después hicieron lo que pudieron para mejorar la situación económica y bursátil, con sendas rebajas de tipos de interés que, por lo que parece, no van a contribuir mucho a la recuperación económica, aunque, eso sí, van a permitir a las familias y a las empresas, bastante endeudadas tanto unas como otras, sobrevivir mejor en un entorno difícil.

El petróleo ha sido otro protagonista –involuntario– del año, entre rumores de guerra en Irak y agitaciones sociales en Venezuela. Los precios, que habían crecido en 1999 y se habían moderado después, han vuelto a repuntar. No obstante, parece que la economía ya se había adaptado a precios de unos 25 dólares por barril, de modo que las oscilaciones del crudo en 2002 no han tenido a simple vista un impacto negativo destacado sobre el crecimiento real. De todos modos, el binomio de la guerra de Irak y el aumento del precio del petróleo sigue siendo un gran elemento de incertidumbre, que afecta a los mercados financieros y a las decisiones reales.

La inflación ha vuelto a ocupar los titulares de los medios de comunicación. ¡Y algunos que pensábamos que, con la moneda única, las alzas de precios dejarían de ser importantes! A decir verdad hemos llegado al 4% en octubre, pero estamos aún lejos del 6% y 8% de hace sólo unos años. Tal vez estemos pagando las consecuencias de la época de euforia que supuso para la economía española la entrada de la moneda única, con tipos de interés muy bajos, un euro depreciado y unas expectativas de inflación también muy moderadas. Por cierto, el euro llegó a la paridad con el dólar y la superó: ¿significa esto que empieza una larga etapa del dólar débil?

En Estados Unidos se empezó a hablar de deflación –crecimiento negativo de los precios–, cuando vieron que el índice de precios de consumo crecía sólo un 1,1% anual a principios del verano y que el de precios industriales tenía crecimiento negativo. Esto dio trabajo a los economistas –trabajo que, por cierto, no nos ha faltado en el año 2002... ¡y que dure! –, pero ahora con la deflación en el 2,2% en Estados Unidos en noviembre y en el 2,2% en la zona del euro en el mismo mes, ya nadie habla de deflación. Sea como sea, la estabilidad macroeconómica es un valor admitido y bien cotizado.

Y, para acabar, en 2002 hemos hablado mucho del gobierno de las empresas, fruto de los escándalos que tuvieron lugar en 2001 y de las prisas políticas por recomponer una situación que la burbuja especulativa de finales de los noventa había desequilibrado peligrosamente. Esperemos que vuelvan las aguas a sus cauces y que podamos digerir con calma las recomendaciones de la Comisión Aldama. Porque las empresas necesitan un marco estable, transparente y claro para desarrollar su actividad, y de este marco seguiremos teniendo que discutir en los próximos meses. Fuente: Antonio Argandoña, profesor del IESE