Ecología en los residuos industriales

27 mar 2014

Uno de los grandes problemas medioambientales del mundo actual es el de los residuos, tanto los generados por la actividad empresarial como los del consumo humano. El constante desarrollo económico e industrial de la sociedad provoca que anualmente se produzcan toneladas de desechos procedentes de infinidad de procesos industriales.

Denominamos residuo a cualquier tipo de material, ya sea sólido, líquido o gaseoso, creado en un proceso de extracción, transformación y consumo que se decide abandonar. Los desechos se agrupan, según su procedencia, en residuos urbanos, industriales y agropecuarios. Los residuos industriales tienen su propia clasificación y se dividen, agrandes rasgos, en asimilables a los urbanos, inertes y peligrosos.

Los asimilables a los urbanos se generan en todas las empresas y abarcan los restos orgánicos, el papel, el cartón, el vidrio, etc. Son las propias compañías las que se encargan de habilitar espacios para este tipo de residuos que normalmente se reciclan, en el caso del papel, o se incineran, en el de los residuos orgánicos.

Cuando se trata de materiales como cartuchos de impresoras, tóners o pilas, el tratamiento es diferente y deben procesarse como materiales peligrosos porque pueden contener elementos contaminantes. Por residuos inertes conocemos a un voluminoso y heterogéneo conjunto de desechos de diversa procedencia, generalmente sólidos.

Atendiendo a su cuantía, cabe citar, en primer lugar, a los escombros de la construcción y, en segundo, a los procedentes de la industria metalúrgica. Este tipo de basura no suele suponer un problema, ya que no es contaminante ni necesita ninguna clase de tratamiento especial. Los restos se trasladan desde las obras y empresas hasta los vertederos en los que se depositan, ya que no son materiales que experimenten transformaciones fí-sicas, químicas o biológicas. Residuos peligrosos

Sin duda, el grupo de residuos que más problemas suscita es el de aquellos que se consideran peligrosos, ya que por su composición pueden suponer un peligro para el medio ambiente y para la salud de los seres humanos. Algunos de estos productos peligrosos son pinturas, plaguicidas, biocidas, resinas, cenizas, catalizadores usados, lodos de alcantarillado, pilas, baterías, medicamentos, aparatos eléctricos, radiografías, barnices, lacas, adhesivos, etc.

Según algunos expertos, la industria que genera más residuos peligrosos o tóxicos en España es la química, produciendo alrededor de un tercio del total. Tras este sector se sitúan el del automóvil (11%) y la metalurgia (10%), seguidos por la industria papelera, la alimenticia y de la piel. Las zonas más industrializadas de nuestro país son, por lógica, las que más residuos de esta clase originan.

Las comunidades autónomas con mayor índice de producción de residuos son Asturias, Cantabria y Andalucía. Aproximadamente un tercio de todas estas sustancias peligrosas que se generan es eliminado en el mismo lugar de su formación por las propias empresas productoras.

Esta primera clasificación de los residuos resulta bastante sencilla si las características de éstos son muy evidentes, el problema surge cuando alguna sustancia se encuentra en la frontera de ambos grupos. Es entonces cuando los criterios y la metodología de clasificación cobran importancia, especialmente si se trata de residuos muy voluminosos, ya que su adscripción a un grupo u otro puede hacer variar considerablemente las necesidades técnico-económicas para su adecuada eliminación.

Técnicas de eliminación

Los residuos industriales asimilables a los urbanos, como por ejemplo el papel o el vidrio, pueden reciclarse en su mayoría, sin embargo, en el caso de los materiales peligrosos, esta tarea no siempre resulta posible, por lo que tiene que llevarse a cabo otro tipo de tratamiento. Las líneas habituales de actuación sobre estos desechos industriales son la incineración, el vertido controlado y el tratamiento físico-químico.

Antes de asignar un proceso concreto a cada residuo, es necesario conocer los datos físico-químicos y químicos del mismo para evaluar su inflamabilidad, riesgo de explosión, presencia de elementos contaminantes, posibilidad de corrosión, etc. Es indispensable conocer además el origen de cada deshecho y el proceso industrial que lo generó.

Las empresas que crean esta clase de basura son responsables de su correcto almacenamiento hasta que una compañía gestora, contratada por ellos, se encargue de recogerlos y darles el tratamiento específico. Cuando el proceso que se quiere llevar a cabo es la incineración del producto, conviene conocer su poder calorífico, contenido de agua y punto de ignición, ya que afectan al rendimiento de la operación.

Variables como la presencia de álcalis, metales pesados, halógenos y azufre también deben ser tenidos en cuenta, así como la potencial contaminación atmosférica que se puede crear en el proceso de incineración con la emisión de gases tóxicos, polvos metálicos e incluso ácidos halogenados. Otro método de eliminación de residuos es el vertido controlado, es decir, el traslado de los restos a un vertedero, una práctica que viene precedida por una serie de análisis para constatar el riesgo que esto pueda suponer.

De esta forma, se efectúan exámenes físicos de la muestra para determinar sus propiedades; un análisis físico-químico que determina su inflamabilidad; otro químico que explica cuáles son las sustancias o vertidos con los que podría tener reactividad una vez ubicado en el vertedero; y finalmente un exhaustivo examen toxicológico del residuo.

Todas estas pruebas determinarán si el material puede ser almacenado en un vertedero o bien tiene que ser tratado con otros sistemas más adecuados a su morfología. Algunos tipos de residuos precisan un tratamiento físico-químico antes de proceder a su eliminación. Este tratamiento puede incluir la neutralización (ajustar el pH de la solución añadiendo un ácido o base), la eliminación de cianuros o incluso la deshidratación (si se trata de manejar fangos y barros de gran volumen).

Recuperación y valorización

Cuando es posible a un precio razonable, siempre es preferible la recuperación de un residuo a su destrucción. Las tres “R”o claves de la ecología son: reducir, reutilizar y reciclar. Este es el fin último ideal que deberían tener todos los residuos industriales y, en la medida de lo posible, se intenta llevar a cabo, aunque por la naturaleza de algunos de ellos no siempre resulta factible.

El reciclado de materiales es fundamental, ya que permite el ahorro de materias primas, disminuye el gasto de energía y agua y contribuye a conservar el medio ambiente. Distinguimos dos tipos de valorización: la energética y la recuperación de diversos elementos a partir de un residuo. Hablamos de valorzación energética cuando se emplea el residuo como combustible de sustitución, o bien en la recuperación de calor de una unidad de incineración.

La energía producida en este proceso puede ser utilizada para calentamiento o generación de vapor, o bien en distintas operaciones de planta, como por ejemplo el secado.iEn el caso de la recuperación de elementos, el desecho pasa a considerarse una materia prima secundaria porque deberá sufrir diversas transformaciones antes de ser reciclado.

Muchos elementos no pueden ser reciclados debido precisamente a su naturaleza heterogénea, a la falta de información por parte del productor o a la inexistencia de tecnologías con un coste razonable para las empresas. Para la recuperación de residuos no se utilizan técnicas exclusivas para tal cometido, sino algún tipo de tratamiento empleado en otros procesos industriales como la decantación, filtración, centrifugación e incluso otras más complejas como la electrodiálisis o la ultrafiltración.

Cualquier empresa que origine residuos debe considerar la recuperación y valorización de los mismos, planteándose cuáles son las características del desecho, los distintos elementos que contiene y si pueden ser recuperados, las salidas para el producto reutilizado y qué características se desean para el artículo final.

Por norma general, el empresario no tiene la posibilidad de encargarse del reciclaje de sus residuos y debe contratar los servicios de una empresa externa que además le informe acerca de a quién puede servir el producto recuperado o en qué sector industrial se puede utilizar.

Luis Palomino, secretario general de ASEGRE (Asociación de Empresas Gestoras de Residuos y Recursos Especiales), cree que el sector se encuentra “expectante” en estos momentos ya que “se está negociando la Directiva Marco (normativas de la UE) sobre los Residuos y que en algunos puntos modificará el actual marco legal”.

Unsector en “auge”

Las cifras ofrecidas por el Ministerio de Medio Ambiente resultan impactantes cuando hablamos de los restos inertes; casi 35 millones de toneladas de estos desechos se generan anualmente en España, lo que supone una media de 800 kg por persona y año. En el caso de los residuos urbanos o asimilables a los urbanos, se producen más de 20 millones de toneladas anuales, datos que nos hacen ver la importancia que tiene en nuestra sociedad el trabajo de este sector dedicado a la gestión de desechos.

En nuestro país existen más de un centenar de compañías centradas en esta tarea y un gran número de ellas específicamente en el tratamiento de aquellos residuos que contienen elementos peligrosos o con riesgos para la salud. Como es lógico, la fuente de este tipo de desperdicio es sobre todo el sector industrial, concretamente, más de cinco millones de toneladas cada año.

Manejar los desechos

ASEGRE aglutina a más de 80 empresas cuyo negocio se basa en esta clase de sustancias; son compañías que en algunos casos llegan a gestionar el 90% de los desechos peligrosos generados anualmente en nuestro país.

Todo esto supone una capacidad de tratamiento de más de cuatro millones de toneladas cada año; el empleo de más de 3.000 personas (el 30% de ellas con titulación especializada) y una facturación anual que supera los 800 millones de euros. El 65% de las compañías de ASEGRE se halla ubicado en Madrid, País Vasco, Andalucía y Cataluña.

Esta entidad –sin ánimo de lucro e independiente– nació en 1992 con el claro objetivo de coordinar, defender, asesorar y representar los derechos de sus asociados, todos ellos poseedores de la autorización de gestor de residuos tóxicos y peligrosos, de acuerdo con la Ley 20/1986.

Además, no sólo pretenden gestionar los desechos industriales, sino hacerlo poniendo en práctica las técnicas que a nivel tecnológico, social y económico contribuyan al desarrollo sostenible.

Según Luis Palomino, las compañías de la Asociación también quieren ser “percibidas como instalaciones necesarias que contribuyen de forma positiva al desarrollo sostenible, creando riqueza y empleo de calidad, tratando las más de 8.000 t de residuos peligrosos que nosotros originamos todos los días”.

El responsable de ASEGRE afirma que estas entidades “lo hacen conservando los recursos contenidos en los residuos y con el menor impacto ambiental posible según la tecnología existente”.

Entre sus proyectos futuros se halla la aprobación de un código ético que añada los compromisos relacionados con la responsabilidad corporativa de sus asociados, a los ya existentes de compromiso estricto de la normativa, a fin de reforzar la gestión transparente y la implicación con las comunidades locales en las que operan.

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EL CUIDADO ESPECIAL DEL ÁTOMO

Los residuos radiactivos pueden incluirse dentro de los denominados peligrosos, pero debido a su alta toxicidad y a su peligro, no sólo para el ser humano sino también para el medio ambiente, merecen una atención especial. Distintas clases de elementos radiactivos se utilizan en muy variadas actividades, quizás en más de las que imaginamos.

Aunque las centrales nucleares son las que mayor cantidad de estos productos emplean, también existen muchas aplicaciones de la medicina, la industria o la investigación que usan isótopos radiactivos. Estos residuos tan peculiares tienen dos características esenciales: su peligrosidad y su larga duración.

Cantidades muy pequeñas de estos desechos pueden originar dosis de radiación muy peligrosas para la salud del ser humano y además los isótopos son capaces de estar emitiendo radiaciones durante miles de años.

Tratamiento difícil

Por todo ello se entiende que estos residuos se produzcan en una cantidad mucho menor que otros y que sus tecnologías y tratamientos sean bastante más complicados y difíciles. Existen dos grupos de residuos radiactivos, los de alta actividad y los de media o baja actividad.

El primero engloba a los que emiten elevadas dosis de radiación y que normalmente están compuestos por los restos que quedan de las varillas de uranio que se utilizan como combustible en las centrales nucleares. En estas varillas de los reactores se encuentran sustancias como el plutonio 239 (vida media de 24.400 años) o el plutonio 240 (6.600 años).

Los residuos de media o baja actividad emiten cantidades pequeñas de radiación y están formados por herramientas o ropas utilizadas en centrales nucleares, en hospitales o en determinadas industrias. Algunas veces, cuando la radiación del elemento es muy pequeña, éste se elimina echándolo a la atmósfera o a las aguas en concentraciones tan pequeñas que no son dañinas y que la ley, lógicamente, permite.

 

VERTIDOS: UNA VERDAD INELUDIBLE

Todas las empresas, en mayor o menor medida, son productoras de diferentes tipos de desperdicios; en consecuencia existen numerosas leyes y normativas acerca de los residuos industriales, su almacenamiento, tratamiento y posible destrucción o reciclaje, siempre que resulte posible.

Las principales normas sobre gestión de desechos se recogen en la Ley 10/1998 de Residuos, cuya premisa básica es que toda persona física o jurídica que produce residuos es responsable de mantenerlos en condiciones adecuadas de higiene y seguridad hasta que éstos sean procesados.

Las compañías que generan basura tienen la obligación de separar adecuadamente cada producto, evitando que se mezclen distintas sustancias que juntas puedan suponer un peligro para la seguridad o salud humana.

Es de vital importancia que todos y cada uno de los residuos que se consideren peligrosos estén etiquetados de modo correcto y de la forma que reglamentariamente se determine. Estas mismas sustancias peligrosas deben estar controladas por un registro que enumere los residuos producidos e importados y cuál ha sido el destino de los mismos.

Punto limpio

Las empresas tienen la obligación de destinar un área determinada de sus instalaciones para ubicar un punto limpio, o zona para habilitar los diferentes tipos de basura, que debe gestionarse como mínimo cada seis meses.

Una vez transcurrido este plazo de tiempo se tiene que avisar al gestor autorizado para que lleve a cabo todos los trámites de transporte y retirada, trámites que se han de notificar con al menos diez días de antelación ante la autoridad competente.