El ‘factoring’ se alía con la gestión

27 mar 2014

Cuando a mediados de los años sesenta, de la mano de un socio local, el eminente profesor y multidisciplinar empresario americano Walter Heller introdujo el factoring en nuestro país, muy pocas empresas lo conocían y menos aún lo utilizaban.

Hubieron de transcurrir varias décadas hasta alcanzar un grado de madurez similar al de los países desarrollados y con una tradición más arraigada, logrando incardinarse entre el tejido empresarial con gran fuerza. Ya en los albores del siglo XXI podemos confirmar, sin riesgo a equivocarnos, que el factoring figura entre los servicios financieros más demandados por las empresas, sabedoras de las indudables ventajas que aporta para favorecer el crecimiento y reducir riesgos, al tiempo que permite la mejora de los ratios financieros.

Las cifras lo testimonian, pues según datos facilitados por la Asociación Española de factoring (AEF), en el pasado ejercicio España alcanzó un importe de cesiones de créditos de 66.772,5 millones de euros, equivalente al 6,8% del PIB, cifra que, siendo en sí misma importante, es más reveladora si se observa la evolución de los últimos ejercicios y la proyección futura.

 

Diversas ventajas

Por razones de espacio, no vamos a descender al detalle de la extensa miríada de ventajas que concurren en este instrumento financiero, pero resulta necesario explicar, para su rápida comprensión, que el factoring es el servicio que integra en un solo contrato las ventajas que individualmente ofrecen varios productos, permitiendo, entre otras aportaciones, la reducción de costes, de manipulación documental y de los controles administrativos; además de favorecer la optimización de activos improductivos.

Asimismo, refuerza la seguridad de cobro de las ventas realizadas tanto en el mercado interior como en el exterior, siendo ésta última la modalidad de factoring que más aumenta en términos porcentuales, pues no en vano las empresas –cada vez más– que quieren crecer fuera de sus fronteras, vencer barreras idiomáticas y estar protegidas jurídicamente encuentran en el factoring el aliado necesario.

Con independencia de las tradicionales ventajas del factoring que, básicamente y por su preponderancia, son tres: financiación, cobertura del riesgo de insolvencia de los deudores clasificados y gestión de cobro de las facturas.

De manera gradual se van incorporando novedosas razones por las que resulta aconsejable su contratación, como, por ejemplo, la nueva regulación en materia contable; las directrices que emanan del Comité de Basilea II en cuanto a la valoración crediticia de las empresas según el rating aplicado; la necesidad de utilizar instrumentos financieros comunes en un mercado sin fronteras; la factura electrónica,etc.

En definitiva, el factoring es un producto muy versátil que con sus diferentes versiones (con y sin recurso,al cobro,de exportación,etc.) se adapta a las necesidades y exigencias más variadas, resultando actualmente cómplice indefectible de las empresas.