Antonio Garrigues Walker, presidente de Garrigues Abogados y Asesores

01 oct 2004

"HAY QUE HACER UNA NUEVA TRANSICIÓN, PERO ESTA VEZ HACIA LA TECNOLOGÍA Y LA GLOBALIZACIÓN"

Conversar con Antonio Garrigues Walker es hacerlo con uno de los pensadores liberales más importantes no sólo de España, sino de Europa. Su influencia abarca desde el mundo económico a la sociedad civil a través de un despacho con más de 1.300 abogados. Almuerza o se reúne regularmente con premios Nobel, presidentes de Gobierno o líderes sociales de medio mundo. Tiene las ideas claras y no duda en las respuestas, aunque sepa que no a todo el mundo le guste escucharlas.

A su juicio, ¿el fenómeno de la deslocalización es bueno, malo o regular?

Es un proceso natural de la globalización. Al globalizarse la actividad económica las posibilidades que tienen las empresas para establecerse en un país o en otro se han ampliado de una manera tremenda. Por lo tanto, todas las compañías piensan en qué lugar del mundo les conviene más estar. Es una realidad que España tiene que aceptar con resignación y paciencia, pero ante la que debe reaccionar.

Ahora bien, hace pocos días el presidente de una gran firma norteamericana dijo que: de cada dólar que se invertiría en el mundo, 75 centavos irían al área del Pacífico y 25 al resto del mundo. Lo cual demuestra que hay una prioridad por la zona asiática debido a que sus trabajadores son una fuerza dinámica.

La clave, explicaba este máximo dirigente, está en que un trabajador americano tiene que ser tan productivo como uno de esa zona del globo. ¿Y cómo se puede aumentar la productividad? Estableciendo un sistema de trabajo más eficaz e incorporando recursos tecnológicos. En este aspecto España tiene que tener cuidado porque arrastramos un retraso tecnológico secular.

Por otra parte, no tenemos que olvidar que nosotros nos beneficiamos de una manera tremenda de los fenómenos de deslocalización en su época. En la década de los ochenta y noventa los sindicatos alemanes, franceses e inglés, por ejemplo, protestaron violentamente porque todas las grandes inversiones, entre ellas IBM o Ford, recayeron en España.

Ahora estamos en una situación inversa. En Polonia, Chequia o Hungría el coste de la mano de obra es mucho más bajo. También hay que recordar que la deslocalización no sólo la hacen empresas extranjeras ubicadas en España sino que muchas firmas nacionales están pensando en trasladarse a sitios más favorables.

Enlazando con lo que comenta, ¿la internacionalización de las empresas españolas es una de sus asignaturas pendientes?

Sin duda. El español debe darse cuenta de que la globalización implica una mayor competencia. En este sentido los jóvenes españoles tienen que entender que España no es el único lugar del mundo para trabajar o desarrollar empresas.

Con el problema de los astilleros de fondo, ¿cómo valora la concesión de ayudas públicas a sectores difícilmente competitivos?

En el caso particular de los astilleros vamos a tener que buscar fórmulas de consenso. España no puede romper su tejido industrial en minutos porque sería un error. Lo que sucede es que la competencia de los astilleros europeos, coreanos o chinos es insostenible.

En el sector hace falta una negociación eficaz, intentar mantener la fuerza de trabajo lo antes posible y ver cómo podemos aumentar la productividad. Estoy convencido de que se puede incrementar y esto generará, inevitablemente, una reducción de puestos de trabajo. Este es el mal menor, ya que se conseguiría mantener la industria.

¿Ve diferencias entre la política económica que plantea el actual Gobierno socialista y la que desarrolló durante ocho años el Partido Popular?

Creo que no. Por descontado habrá diferencias, porque las condiciones económicas que había hace ocho años no son las mismas que existen ahora. La primera norma de la inteligencia es adaptarte a las nuevas circunstancias.

En ocho años el mundo ha dado una cantidad de vueltas tremendas, y sería ridículo ponerse a aplicar recetas viejas. A ningún grupo político se le puede acusar de que haya cambiado sus ideas, las están cambiando permanentemente, y esto es muy bueno, porque en definitiva la vida consiste en adaptarse a las nuevas circunstancias.

Las cosas pueden cambiar radicalmente, y lo advierto de antemano, en periodos tan cortos como seis meses. En este intervalo de tiempo nos podemos ver abocados a cambios radicales en sectores e industrias porque las condiciones mundiales han mutado. En este aspecto en España estamos realmente dormidos y no nos damos cuenta. No tememos observatorios capaces de detectar cambios súbitos en determinados sectores: agrícola, servicios o cemento, entre otros.

En este momento la globalización está imponiendo nuevas reglas de juego. No hay empresa en el mundo que no esté pensando en tres temas: cómo reducir costes, cómo aumentar la productividad y cómo encontrar el lugar más adecuado para instalarse. Esta reflexión en España se hace mal. Creemos que el status quo se va a mantener y la verdad es que va a cambiar. Hay que tener paciencia. Las cosas pueden variar también a nuestro favor.

Pero ese proceso, no sé por qué, no va con el alma española. Hasta ahora hemos hecho todo bien, como una transición política y económica estupenda pero hay que hacer la transición tecnológica y la de la globalización y ese cambio requiere una mentalidad nueva. Debemos saber que lo que pasa en China nos afecta.

De esta situación no le echo la culpa sólo al Gobierno, sino a las asociaciones de empresarios que tienen que estar mucho más alerta a este tipo de movimientos. A partir de ahora cada cinco o seis meses se producirán de una manera inevitable condiciones nuevas. Y nuestra responsabilidad es adaptarnos a ellas.

¿Esto también es aplicable a la abogacía?

Por supuesto. Nosotros en su día nos dimos cuenta y nos anticipamos a la competencia que procede de los bufetes ingleses. Es posible que los despachos americanos también quieran entrar aquí, porque el mercado español está maduro.

Estas cosas hay que tenerlas en cuenta. En esta firma intentamos hacer un esfuerzo permanente en saber cómo va el mercado global: qué hacen los abogados americanos, japoneses, europeos… Es lo que tendrían que hacer todas las empresas españolas.

Volviendo al principio de la conversación, ahora resulta que endeudarse es bueno, ya no es tan intocable el tan traído y llevado déficit cero.

Creo que hay que llegar al déficit cero y todo lo demás son hipocresías. Y son hipocresías en Estados Unidos, en Japón… el déficit cero es el objetivo serio de un mundo económico serio. El déficit son trampas que hasta ahora se han mantenido como razonables. Cuando veo la deuda americana me sorprende que un país tan cabal siga tolerando ese nivel sin rechistar.

Lo que está pasando en Europa es que como hay dos naciones en crisis, que son Francia y Alemania, y como son los países líderes de Europa y como tienen al eje franco–alemán y como además se creen que pueden hacer lo que estimen oportuno, en lugar de dar buen ejemplo, que es conseguir el déficit cero, dan mal ejemplo; y cuando alguien de arriba da mal ejemplo los de abajo le siguen. Esto es algo innegable.

Déjeme hacerle un planteamiento. Si tenemos un nivel de endeudamiento alto pero es como consecuencia de trasladar importantes recursos económicos a innovación, tecnología y educación, ¿a lo mejor el déficit resulta útil?

Ese argumento suena bien. Pero si uno no se da cuenta de que su economía tiene que ser justa, en el sentido de saber lo que se tiene y lo que es posible gastar, estamos perdidos. Un país se puede endeudar y sin embargo tener un déficit equilibrado, por lo tanto implica que tendrá que gastar menos en otras partidas. Es un problema de prioridades económicas. Es posible tener déficit cero y a la vez invertir en tecnología y educación.

¿Qué recetas le daría a Pedro Solbes para que las aplicara en su programa económico?

Solbes sabe mucho más que yo. No me atrevería a darle recetas. Está haciendo una tarea especialmente eficaz porque es un hombre que racionaliza las cosas. Hemos hablado muchas veces y básicamente mantenemos las mismas ideas, no por que los dos seamos muy listos, sino porque todo el mundo está de acuerdo en que hay un serie de normas que son claras: todos los sectores tienen que aumentar la productividad, tener costes menores e internacionalizarse más.

España tiene, como le he dicho, un grado de internacionalización muy escaso. Nuestra presencia en el área del Pacífico, que es la que más está creciendo, es mínima. Por ejemplo, países como Bélgica mantienen una presencia ocho o nueve veces superior a la nuestra. No estamos en la India, ni en China, ni en Corea… Un país que quiera contar tiene que saber qué es lo que está pasando allí.

Vamos, hay que moverse…

Sí. España es un país sólido y hemos tenido un importante crecimiento económico, que le ha dado a la sociedad una estabilidad considerable. Lo que no puede ser es decir: me duermo en mis laureles porque me quedan cuatro o cinco años de crecimiento. En ese tiempo te han quitado la cartera. Te quitan hasta el suelo donde pisas. Lo hemos visto hace unas semanas con el calzado chino, los industriales españoles van a tener que aumentar la productividad de una manera feroz.

Cambiemos de tercio y entremos un poco en la dimensión más humana de la empresa, ¿cree que el Código Olivencia y, posteriormente, el Código Aldama, que regulan cómo deben ser los comportamientos éticos de una compañía, se han entendido realmente?

En materia de buen gobierno de las empresas caben dos técnicas. Una, que los abogados llamamos vía legix, es decir, por vías de disposiciones legales: lo que hay que hacer y lo que no. Y la otra, es la de generar en las compañías un convencimiento de que gobernar bien es hacerlo con ética y honestidad. Gobernar sin ética y sin honestidad conduce al fracaso. Las firmas que sobreviven son las que combinan honestidad y rentabilidad.

¿Cree que los directivos tienen asumido la necesidad de una gestión ética de la empresa o sigue primando más la cuenta de resultados?

Teórica y conceptualmente la tienen. Lo que pasa es que estamos en un mundo muy competitivo y a veces hay normas que se olvidan. Creo que en ese aspecto estamos viendo una línea que me tiene muy preocupado. Nos desenvolvemos, como le he dicho, en un mundo muy competitivo y para sobrevivir hay que hacer de todo, y la gente cree que valen todas las armas y métodos.

Hemos estado viendo una época en la que las empresas americanas para sobrevivir mentían y falseaban sus balances con el propósito de aumentar de manera artificial los beneficios. Y le estoy hablando de un país que tiene un gran sentido ético y corporativo. Los directivos españoles y europeos tendrán que aprender que una cosa es competir y otra hacer cualquier cosa, lo que sea, para sobrevivir.

No se puede hacer esto. Además, comportándose de una manera ética se puede tener éxito. Las empresas que operan con principios responsables son las que prevalecen, las que desaparecen son las otras.

En un mundo de comportamientos globalizados, ¿por qué cree que no ha habido casos de fraude en España como los que hemos visto en Estados Unidos?

Bueno aquí también hemos tenido escándalos financieros en el mundo bancario. No creo que se pueda decir que España es más ética que otros países, sinceramente no lo es. Las empresas tienen que comportarse como buenos ciudadanos: qué hago yo por ti, cómo ayudo a la gente que necesita ayuda.… Al final es cierta esa frase horrorosa de que la ética es rentable.

Volvamos a la actividad empresarial. Parece que estamos, otra vez, ante una nueva oleada de fusiones. ¿Es así?

Las fusiones van a aumentar porque la globalización implica que para competir hay que tener una determinada masa crítica. La empresa pequeña tiene que ser mayor, la empresa mayor tiene que ser grande y la grande tiene que seguir creciendo porque los niveles de mercado son más amplios.

¿Y Garrigues cuenta con el tamaño adecuado?

Tenemos el tamaño perfecto. Mucha gente piensa que es demasiado grande. Que seamos la firma de mayor dimensión de toda Europa continental es un dato muy significativo. El tamaño no garantiza la calidad, pero somos el despacho más grande en cuanto a número de profesionales y actividad económica. ¿Y esto por qué lo hacemos? Para protegernos de la competencia. En España hay un competitividad muy fuerte y esto es bueno para todos ya que genera más mercado.

Se habla mucho de flexibilizar el mercado laboral, ¿pero hasta dónde?

Estoy convencido de que tiene que haber límites. En este tema entran en contradicción el modelo americano y el europeo. El primero es un sistema donde hay una flexibilidad laboral prácticamente absoluta. Europa no puede aceptar ahora este planteamiento. De cara al futuro ambos modelos tendrán que encontrar una vía intermedia. Tiene que haber límites a la flexibilidad laboral pero al mismo tiempo no podemos tolerar situaciones como la americana donde la gente ni siquiera disfruta de un seguro médico.

En las últimas semanas se ha hablado de una iniciativa por la cual se puede obligar a un parado a escoger un puesto de trabajo. ¿Qué opinión le merece?

Esa idea es muy discutible. Pero que nadie crea que está carente de sentido. El concepto del trabajo sin esfuerzo tiene que desaparecer. La gente debe ser consciente de que el sistema social ha de dirigirse a aumentar la productividad. Por lo tanto una persona que carece de trabajo lo primero que tiene hacer es encontrarlo.

¿Cualquier trabajo? No puedo decir que esto me parezca sensato, porque habrá algunos que no le resultarán oportunos o que afecten a su dignidad. Me coloco en su posición y a mi también me ofendería que me ofrecieran un empleo que no encaja con mis condiciones profesionales. Al mismo tiempo hay que lograr que la persona que no trabaja esté financiada el menor tiempo posible.

Una última pregunta totalmente distinta a las anteriores, ¿qué es lo que de verdad se va a dirimir en las próximas elecciones americanas?

Para mi están en juego temas decisivos como el vigor y el sentido de la relación atlántica, el enfrentamiento o la convivencia entre culturas y civilizaciones y por fin la calidad del liderazgo de una globalización imparable e irreversible que de momento avanza sin controles y con graves déficit jurídicos y democráticos. En todos estos temas el papel de Estados Unidos será absolutamente decisivo y, nos guste más o menos su Gobierno, habrá que colaborar para que su hegemonía sea acertada.